Fascitis plantar: ¿por qué demonios te duele el talón?

Si alguna vez te has levantado y has sentido que tu talón te manda señales de socorro, probablemente sea culpa de la fascitis plantar. Pero, ¿por qué pasa esto? ¿Qué hace que esta estructura pase de ser una aliada silenciosa a convertirse en una tortura diaria?

Vamos a desgranar las causas y los factores de riesgo para que puedas entender qué está pasando con tus pies y, lo más importante, qué hacer para evitar que el problema vaya a peor.

¿Cómo se fastidia la fascia plantar?

La fascitis plantar no es solo una inflamación pasajera, como algunos creen. Es un proceso degenerativo: la fascia va acumulando pequeñas lesiones una y otra vez hasta que un día dice «basta» y empieza a doler.

¿El problema? Que si la sigues forzando sin darle tiempo a recuperarse, se convierte en un dolor crónico que no se va ni con promesas.

¿Por qué aparece la fascitis plantar?

Varios factores pueden hacer que la fascia se vuelva en tu contra. Algunos los puedes evitar, otros son cuestión de genética o estructura del pie. Vamos con los principales culpables:

Tipo de pie y problemas en la pisada

El diseño de tu pie influye en cómo reparte la carga y, si no está bien equilibrado, la fascia lo paga:

  • Pie plano → Si tienes el arco bajo o casi inexistente, la fascia se estira más de lo que debería.
  • Pie cavo → Un arco demasiado alto no absorbe bien los impactos, así que la fascia se come toda la presión.
  • Pisada pronadora excesiva → Si tu pie gira demasiado hacia adentro al caminar, la fascia sufre tensiones desiguales.

Si sospechas que tu pisada no es la mejor, un podólogo puede ayudarte con un estudio para ver si necesitas plantillas o ajustes en el calzado.

Calzado traicionero

Los zapatos pueden ser tus mejores aliados… o el origen del problema. Aquí los errores más comunes:

Zapatos sin soporte. Suelas finas, sin estructura ni amortiguación = receta para el desastre.
Tacones altos. Usarlos mucho altera la biomecánica del pie y puede sobrecargar la fascia cuando bajas de ellos.
Calzado viejo o desgastado. La amortiguación se va perdiendo y, sin darte cuenta, tu fascia empieza a resentirse.

La clave está en llevar zapatos con buena amortiguación y soporte para el arco, sobre todo si caminas mucho o haces deporte.

Actividades de alto impacto

El ejercicio es genial, pero algunas actividades pueden machacar la fascia si no tienes cuidado:

  • Correr en superficies duras (asfalto, cemento…) genera impactos repetitivos que pueden pasar factura.
  • Saltos constantes (baloncesto, voleibol, crossfit) pueden sobrecargar la fascia.
  • Caminar largas distancias sin el calzado adecuado acaba desgastando la estructura.

Si haces alguno de estos deportes, alterna con actividades de bajo impacto como nadar o montar en bici para dar un respiro a tus pies.

Falta de flexibilidad y músculos flojos

Si tienes los músculos tensos o débiles, la fascia trabaja el doble. Dos grandes enemigos:

  • Pantorrillas rígidas. Si el tendón de Aquiles está tenso, tira de la fascia y la sobrecarga.
  • Músculos débiles en el pie. Si los músculos que sostienen el arco no hacen su trabajo, la fascia se lleva toda la carga.

Solución: estirar y fortalecer. Un poco de ejercicio específico para los pies puede evitarte muchos problemas.

Sobrepeso: más carga, más sufrimiento

Cada kilo extra que llevas encima multiplica el impacto en tus pies. No es solo un tema de estética, sino de salud:

  • Más peso = más presión sobre la fascia.
  • Si ya tienes fascitis plantar, perder peso puede ayudar a reducir el dolor.

Si estás en ese punto, combinar buena alimentación con ejercicios de bajo impacto puede marcar la diferencia.

El resumen de esto es…

La fascitis plantar no aparece porque sí. Hay varios factores que pueden hacer que tu fascia se rebele: tipo de pisada, mal calzado, exceso de impacto, falta de flexibilidad y peso extra.

Si te has identificado con alguno de estos puntos, no esperes a que el dolor se haga crónico. Cambiar pequeños hábitos ahora puede evitarte muchos disgustos en el futuro.

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